Cada vez son más los estudios que ponen en duda que la felicidad sea un valor principal y de carácter universal, señalando que ni todas las culturas definen la felicidad de la misma manera, ni todas ellas comparten la visión de que la felicidad sea algo deseable. De hecho, muchas culturas dan numerosas muestras de lo contrario, entendiento la felicidad como algo a evitar. A este fenómeno, no poco extendido, autores como Joshanloo y Weijers lo han denominado "rechazo a la felicidad".
Según Joshanloo y Weijers, el "rechazo a la felicidad" se manifiesta en diferentes culturas de distintas maneras, si bien todas ellas tienen en común la idea de que la felicidad no es ese valor, meta u objetivo supremo al que el ser humano deba aspirar. Entre las formas más destacadas de "rechazo a la felicidad" encontramos las siguientes:
La primera tiene que ver con la concepción de que la felicidad no presagia nada bueno: la vida es una cuestión de equilibrio, por lo que, por así decirlo, la felicidad de hoy sería la tristeza de mañana. Esta noción está particularmente presente en culturas como la coreana o la japonesa y se manifiesta en expresiones como "las sonrisas preceden a las lágrimas" o "el estruendo de la risa despierta a la tristeza". Otros estudios encuentran ideas y frases similares en páises como Alemania o España, donde son frecuentes expresiones como "todo lo que sube, baja" (la cual se encuentra, de forma muy similar, en muchas culturas tanto orientales como occidentales).
Otra forma de rechazo se relaciona con la idea de que la búsqueda de la felicidad nos hace peores personas. Peores, al menos, en dos sentidos diferentes. Por un lado, culturas como la iraní relacionan la felicidad con la superficialidad, la vulgaridad y la ingenuidad. Varios estudios encuentran esta misma asociación en países occidentales, donde muchos relacionan la felicidad con la estupidez y la baja inteligencia. Esta idea está también extendida en el mundo del arte, en general, donde ser feliz se considera propio de gente aburrida y poco interesante. Por otro lado, autores como Sara Ahmed señalan que en muchas culturas occidentales la felicidad se relaciona con el egoísimo y la falta de sensibilidad hacia la injusticia y el sufrimiento que hay a nuestro alrededor. Según Ahmed, esta concepción de la felicidad como algo egoísta no sólo está presente en muchas culturas, sino que también es más frecuente encontrarla en grupos miniritarios o desfavorecidos.
En relación con esto último, una tercera forma de rechazo enfatiza que la búsqueda de la propia felicidad opera en detrimento de la felicidad de los demás. Esta forma de rechazo se encuentra en sociedades más colectivistas que individualistas y pone el foco en la idea de que centrarse en la propia felicidad no es más que otra forma de maximizar el bien propio, sin importar que sea a expensas del interés o el bien general. Aunque se mencione frecuentemente como aliado de una versión consumista e individualista de la felicidad, este tipo de rechazo, especialmente en culturas orientales, se encuentra en el núcleo de la filosofía budista, para la cual, la felicidad individual se asocia con la estrechez de miras, el cortoplacismo y el daño a la comunidad. La noción de que la felicidad individual puede ser incompatible con el bien común está también presente en buena parte de la filosofía occidental, así como en culturas como la sueca o la islandesa, donde, por ejemplo, se tiene especial cuidado en no expresar felicidad ante el vecino. Como analiza Weiner, en países como Islandia, ostentar felicidad puede provocar envidia o sentimientos de inferioridad en el vecino, algo que se entiende como enormemente perjudicial para el armónico funcionamiento de la comunidad.
Por último, también encontramos la idea de que la felicidad no puede ser sólo perjudicial para los demás sino que también podría serlo para uno mismo. Además del obsesivo e interminable camino que su búsqueda nos invita a recorrer, es también generalizada la creencia de que empeñarse en ser feliz es la forma más segura de no serlo. Esta paradoja fue ya formulada por filósfos como Henry Sidgwick o John S. Mill y quizás nadie la expresó mejor que este último en la autobiografía que escribió al final de sus días, donde se retractaba de haber defendido que la búsqueda de la felicidad era el objetivo principal del ser humano.
Sea como fuere, no parece que haya duda de que para entender qué es esto de la felicidad, la psicología cultural, la sociología, la filosofía y la historia de las emociones son campos imprescindibles para ahondar en la multiplicidad de significados e implicaciones que tiene el concepto. Son también imprescindibles para no caer en reduccionismos y fundamentalismos que se quieran apropiar del concepto (que haberlos, haylos y muchos).
Referencias principales:
Ahmed, S. (2007). Multiculturalism and the promise of happiness. New Formations, 63, 121–137.
Delle Fave, A., Brdar, I., Wissing, M. P., Araujo, U., Castro Solano, A., Freire, T., … Soosai-Nathan, L. (2016). Lay Definitions of Happiness across Nations: The Primacy of Inner Harmony and Relational Connectedness. Frontiers in Psychology, 7. https://doi.org/10.3389/fpsyg.2016.00030
Joshanloo, M., & Weijers, D. (2014). Aversion to Happiness Across Cultures: A Review of Where and Why People are Averse to Happiness. Journal of Happiness Studies, 15(3), 717–735.
Pflug, J. (2009). Folk theories of happiness: A cross-cultural comparison of conceptions of happiness in Germany and South Africa. Social Indicators Research, 92(3), 551–563.
Weiner, E. (2008). The Geography of Bliss. London: Black Swan.
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